Es sabido por muchos que, los presidentes de cada país suelen tener peculiaridades y aficiones durante su mandato. Y en el caso de los Estados Unidos, destaca mucho la afición que han tenido sus distintos presidentes por el vino. Curiosamente, Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados unidos (entre 1801 y 1809) fortaleció el consumo del vino en Estados Unidos. Por consiguiente, liquidó los aranceles a vinos de, entre otros países, España. No obstante, ello no evitó que fuera un gran fan del vino de Burdeos.
Cabe precisar que Jefferson no fue el único presidente enófilo que tuvo la Casa Blanca. Entre los amantes al vino, podemos encontrar a otros presidentes como James Buchanan, Ulysses S. Grant o John Adams. Todos ellos en el siglo XIX. También, el siglo XX y XXI nos ha dejado buenas pinceladas de páginas enológicas entre los ilustres líderes de la Casa Blanca. Inclusive, Barack Obama gozaba con frecuencia del vino antes de la presidencia, teniendo una importante bodega mientras era senador por el estado de Illinois.
En la década de los cincuenta y en plena Guerra Fría, España comenzó a ser mirada con otros ojos en la escena internacional. Claudicados los extremismos europeos del nazismo y el fascismo, el nuevo orden en Occidente cambiaría la forma de mirar al franquismo.
Por consiguiente, a finales de los 50, como gesto de apertura al régimen del general Franco, el presidente Dwight Eisenhower rompería la barrera y se convertiría en el primer presidente de Estados Unidos en visitar España. Este hecho sucedió un 21 de diciembre de 1959, una visita relámpago que Eisenhower tenía dentro de un tour por otros 11 países.
Probablemente, Eisenhower no esperaba poner cara de sorpresa ante un vino español que se asemejaba al champagne.
La misma noche del 21 de diciembre, en honor a la visita del mandatario estadounidense, se celebró un banquete en el Palacio de Oriente. Para esa ocasión, se encomendó a Miguel Mateu, dueño de las bodegas Perelada, seleccionar lo mejor de sus cavas con el que se brindaría en la cena.
Por consiguiente, Mateu seleccionó un cava elaborado de forma artesanal y criado en las bodegas del convento que se alza junto al Castillo Perelada, las mismas en las que los monjes carmelitas elaboraban vino ya hace más de seis siglos. Siendo así, este cava, el que logró conquistar el paladar del presidente Eisenhower.
Carta de agradecimiento de Eisenhower a Miguel Mateu Pla en 1960. ©Archivo Perelada.
Un año después a su visita, Eisenhower materializó su agradecimiento a Miguel Mateu Pla a través de una carta, la cual envió a mediados de julio de 1960. Siendo así, una partida de ese cava que había encandilado al presidente estadounidense. En la nota, taquigrafiada pero firmada a mano por Eisenhower, se podían leer muestras de cariño al cava que le había encantado y también, a España. Entre líneas, decía lo siguiente: «confío en que los futuros presidentes puedan visitar su hermoso país».
Luego de estas muestras de agradecimiento, ya en 1965, las bodegas Castillo de Perelada decidieron dar nombre y forma oficial al cava que Eisenhower cató. Bajo el nombre de Gran Claustro, la bodega daría salida a un cava reserva. Siendo así, hoy en día, un cava de referencia internacional.
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